Agentes de la Guardia Nacional revisan bolsos y carteras a los pasajeros en las estaciones.
Los delitos en el metro se dispararon un 45% respecto al año pasado.
La mirada de una argentina que vive en la ciudad.
Armas largas. Uniforme estilo camouflage. El paisaje del subte de Nueva York, habitualmente atiborrado de trabajadores apurados o de turistas que se desplazan de un lugar a otro de Manhattan, cambió estos días drásticamente: las arterias que bombean el pulso neoyorquino se colmaron con centenares de agentes de la Guardia Nacional, que revisan bolsos y carteras en las estaciones y están en alerta para frenar una oleada de violencia que sacude al metro de la ciudad y preocupa a las autoridades.
Unos 750 soldados de la Guardia Nacional y 250 agentes de la Policía del estado de Nueva York se sumaron a la policía local para custodiar los ingresos y egresos de las terminales, según determinó la gobernadora Kathy Hochul, y podrán expulsar del subte a quien se niegue a ser revisado. “Ayudará a que los ciudadanos y los visitantes se sientan seguros”, dijo al anunciar una medida de seguridad que no se veía en la ciudad desde los ataques terroristas del 11 de septiembre y que implica un nuevo enfoque de “mano dura” de la gobernación demócrata.
Esta fuerza se suma a la ya fuerte presencia policial de 1.000 agentes que ordenó el alcalde Eric Adams, luego de que el delito en el metro se disparara en enero un 45% respecto del mismo mes del año pasado.
Se da la paradoja que en la ciudad de Nueva York los delitos graves (asesinatos, violaciones, robos y agresiones graves) en general han descendido (2,9% respecto del año pasado), pero los delitos en el subte fueron a contramano. Aunque en febrero bajaron un poco, igualmente sigue siendo preocupante para las autoridades porque es el principal medio de transporte de la ciudad con millones de pasajeros por año.
Julieta Sartori, de 31 años, es una fotógrafa argentina especializada en recién nacidos y vive en Long Island, desde donde toma seguido el metro hacia Manhattan, mientras su marido lo hace todos los días. “Él trabaja de noche y vuelve a la madrugada en subte y por eso ve lo peor de la ciudad. Tengo amigas que viajan de noche también y es muy complicado”.
Sartori describe a Clarín el paisaje sórdido y violento que se ve. “Hay muchos más homeless, todo está mucho más sucio que antes. Hay hombres con sus partes íntimas afuera. Hemos visto gente haciendo sus necesidades en el andén. Me pasó el otro día con una amiga que estábamos caminando en el subte y un hombre se nos apareció y se bajó los pantalones. Obviamente todas estas cosas hacen que una se sienta insegura”.
Ella y su marido tratan de evadir el metro yendo en auto a Manhattan, sobre todo en los días festivos. “Están todos los locos en el subte y la gente prefiere evitarlo”, dice.
Este jueves hubo una feroz pelea dentro de un vagón entre dos hombres, cuando circulaban por Brooklyn, y uno terminó con un balazo en la cabeza mientras los pasajeros gritaban aterrados. Todo quedó grabado por un periodista que justo viajaba en el subte.
Pero no fue un incidente aislado. Hace apenas una semana, justo antes del anuncio de la gobernadora ya había habido una serie de casos preocupantes:
El 23 de febrero, un hombre murió después de que tres personas abordaron el tren en el que viajaba y comenzaron a pelear.
El 29 de febrero, un conductor del metro fue atacado por un hombre que lo cortó con una navaja cuando se asomó por la ventana para asegurarse que la formación podía partir, siguiendo el protocolo.
El 1° de marzo, un hombre de 27 años fue abordado por un desconocido que le gritó alguna consigna anti-LGBTQ y luego hirió a la víctima con un elemento punzante.
El 3 de marzo, una adolescente fue atacada a las trompadas en la estación de la calle 168 tras una disputa. Ese mismo día, un hombre de 64 años fue pateado en la espalda por una persona desconocida y cayó a las vías en Penn Station. Logró ser rescatado y sufrió lesiones.
El 5 de marzo dos pasajeros fueron atacados con un martillo por un hombre en una estación de Queens.
Sartori está de acuerdo con la nueva presencia de la Guardia Nacional: “En lo personal me siento más segura. Durante la pandemia también habían mandado agentes. Ahora están mucho más armados y a veces la gente se incomoda. Pero a mí me da seguridad”.
Lisa Daglian, directora ejecutiva del Comité Asesor de Ciudadanos Permanentes (PCAC), una organización civil que analiza las condiciones y garantiza los derechos del transporte en los ciudadanos de Nueva York, dijo a Clarín que más allá de las estadísticas “en general, el sistema de metro es seguro. Pero sí hay una crisis de salud mental y falta de vivienda en la ciudad, empeorada por la pandemia, que debe abordarse mediante mayores servicios de apoyo, recursos y viviendas para que todos los pasajeros se sientan seguros bajo tierra”.
Daglian señala que la percepción de seguridad es clave. “Es importante tener una asociación entre todos los niveles de gobierno, la policía y la autoridad de transporte. La percepción hoy es una realidad para muchas personas, por eso es importante que todos se sientan seguros además de estar seguros. El aumento de la presencia uniformada en el tránsito es una de las muchas herramientas que se pueden utilizar para abordar la seguridad, pero debe ir acompañado de mejores servicios de apoyo para hacer que la ciudad sea más equitativa y segura para todos”.
Dorothy M. Schulz aporta una mirada interesante desde la academia, pero también desde el terreno. Es profesora emérita del John Jay College of Criminal Justice de la City University of New York (CUNY) y además capitana retirada de la Policía Ferroviaria MTA-Metro North, por lo que ha estado a cargo de operativos de control de seguridad en el subte.
Consultada por este diario, Schultz señala que “desde la pandemia, el número de personas sin hogar y con enfermedades mentales ha aumentado en Nueva York, particularmente en el sistema del metro. No es probable que muchas de las personas maten o violen, pero como a menudo no son mentalmente estables, es probable que ataquen a personas que creen que pueden estar amenazándolas. No se puede anticipar su comportamiento, por lo que es difícil prevenir este tipo de ataques”.
“También –señala Schultz– el Covid tuvo un efecto a largo plazo en el comportamiento de las personas. Muchos están deprimidos y ahora tienen problemas para mantener sus emociones, lo que los lleva a perder el autocontrol”.
Schultz agrega otra variable al panorama: los inmigrantes “sin papeles” que han llegado estos últimos meses a Nueva York, un estado demócrata, expulsados desde estados republicanos donde no los quieren. “El aumento de personas que han cruzado la frontera sur de Estados Unidos y vienen a Nueva York también ha contribuido a que muchas personas tengan la sensación de que hay menos control social en la ciudad. Incluso si no contribuyen específicamente al crimen, hay más gente en la calle, más gente vendiendo cosas o durmiendo en el metro, lo que lleva a otros a sentir que las autoridades no tienen el control”.
Añade que “el número de pasajeros en el metro ha bajado un 70% desde el Covid. Muchas personas todavía trabajan desde casa o compran online. Si hay más personas enfermas con patologías en la salud mental y menos personas en las calles, se sienten incómodos estando afuera”.
Consultada sobre si la masiva presencia de fuerzas en el metro será efectiva o podría complicar la circulación de pasajeros, Schultz señala que “el despliegue de agentes de policía en el metro puede resultar eficaz. Yo era capitán de policía en un sistema de trenes de cercanías (Metro-North) y estaba a cargo de los agentes en Grand Central Terminal, uno de los centros de tránsito más grandes de los Estados Unidos. Los agentes de policía que patrullan activamente e interactúan con el público pueden ser eficaces para prevenir delitos y pueden hacer que las personas se sientan mucho más seguras si son visibles. Los agentes que trabajan en un lugar todos los días conocen a la gente y comprenden el ambiente del lugar; pueden ayudar a las personas y sobre todo, pueden anticipar problemas”.
Sin embargo, apunta: “No creo que los soldados de la Guardia Nacional sean efectivos en el metro. De hecho, creo que no ayudarán a reducir la delincuencia. En Nueva York (y en Estados Unidos) rara vez vemos personal militar en las calles o en el transporte público. Estos guardias, con sus uniformes militares, asustarán a más personas y no las harán sentir mejor. La gente se preocupará por el terrorismo o que uno de los guardias tome una mala decisión. El ejército y la policía tienen formación y funciones muy diferentes en la sociedad, no deben mezclarse”.
Desde los sectores más progresistas critican la medida de la gobernadora porque creen que sembrar de uniformados el subte es “una sobrerreacción” con motivaciones políticas. De hecho, los republicanos neoyorquinos criticaron a los demócratas sobre la delincuencia en la ciudad en las últimas elecciones legislativas de 2022, un mensaje que les ayudó a captar votos.
La gobernadora dio algunas pistas al respecto. «Quiero cambiar la psicología en torno a la delincuencia en la ciudad de Nueva York», dijo. “También voy a demostrar que los demócratas también luchan contra el crimen», agregó. «¿Así que esta narrativa de que los republicanos han dicho que somos blandos con el crimen, que desfinanciamos a la policía? No».
Pero una mayor presencia policial puede ser un arma de doble filo: a algunas personas les gustará ver seguridad adicional, pero otras pueden pensar que están exagerando solo para imitar a los republicanos en mostrar “mano dura”.
La experta Daglian dijo que el número de pasajeros continúa aumentando desde la pandemia, a pesar de la inseguridad, aunque “estamos viendo cambios en el momento en que la gente viaja, incluidos más viajes fuera de las horas pico y por placer. El metro y los autobuses son la única forma que muchos de nosotros tenemos para movernos por la ciudad. Los pasajeros son resilientes porque dependen del transporte todos los días”.
Washington. Corresponsal
AS