Las calles de la Ciudad de México fueron escenario este sábado de una marcha de la Generación Z que terminó en violentos enfrentamientos con la policía, dejando 100 agentes heridos y 20 detenidos. Lo que comenzó como una protesta por seguridad y oportunidades tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, derivó en choques con las fuerzas de seguridad, gases lacrimógenos y un debate sobre la legitimidad de las movilizaciones, que el gobierno de Claudia Sheinbaum ha tachado de manipuladas por intereses políticos y extranjeros.
Unas 17,000 personas participaron en la manifestación, pero fue un grupo de 1,000 encapuchados el que escaló la tensión al romper barreras y lanzar artefactos explosivos contra los agentes. Pablo Vázquez, secretario de Seguridad de la Ciudad de México, reportó 20 civiles heridos y 100 policías con lesiones leves. Las 20 personas detenidas enfrentan cargos por actos violentos, mientras que otras 20 son procesadas por faltas administrativas.
El crimen de Carlos Manzo fue el detonante de las protestas, donde los jóvenes, muchos con banderas del anime One Piece, exigieron justicia y cambios en un sistema que, según ellos, no los protege ni les ofrece un futuro. En un comunicado, declararon: «Quienes deberían protegernos guardan silencio. No es agenda política ni trámite burocrático, es dignidad humana y amor por México». También aclararon que no se alinean con ninguna ideología: «No somos ni de izquierda ni de derecha, somos una generación que se cansó de agachar la cabeza».
Sin embargo, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha cuestionado la autenticidad de las protestas, afirmando que fueron orquestadas digitalmente por opositores locales y grupos de derecha internacional, con 8 millones de bots y una campaña de 90 millones de pesos (unos 4.9 millones de dólares). «Muchos no tienen nada que ver con la Generación Z, sino que se trata de un impulso promovido desde el extranjero en contra del gobierno», declaró Sheinbaum. Miguel Elorza, del «Detector de Mentiras» del gobierno, respaldó esta versión, asegurando que la protesta fue «inorgánica y pagada», con participación de figuras como Ricardo Salinas Pliego, Claudio X. González y Vicente Fox.
Este tipo de protestas no son nuevas. En los últimos meses, movimientos similares bajo la bandera de la Generación Z han sacudido a otros países, con resultados diversos: en Nepal, llevaron a la renuncia del primer ministro; en Madagascar, provocaron un cambio de gobierno; y en Indonesia, se prolongaron por semanas. En América Latina, ya se han visto manifestaciones en Paraguay y Perú, donde el Congreso destituyó a Dina Boluarte. Aunque cada movimiento responde a contextos locales, todos comparten una simbología común —como el uso de One Piece— y una demanda por cambio.
Mientras el gobierno mexicano condenó los actos violentos y reafirmó su respeto a la libertad de expresión, el debate sobre la legitimidad de estas protestas sigue abierto. ¿Son un genuino grito de descontento juvenil o una estrategia política? Lo que es claro es que la Generación Z mexicana no piensa quedarse callada. Con consignas como «No somos ni de izquierda ni de derecha, somos una generación que se cansó», los jóvenes exigen seguridad, justicia y oportunidades, en un país donde la violencia y la desigualdad siguen siendo desafíos urgentes.
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