Por: Rafael Santos
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
Jeremías 33:3
Este versículo nos recuerda la inmensurable bondad de Dios al abrir un canal directo de comunicación con nosotros. Es una invitación llena de esperanza y certeza, un llamado a buscar a Dios en todo momento, especialmente cuando nos enfrentamos a desafíos que parecen no tener salida.
El acto de clamar a Dios no es simplemente una expresión de palabras, sino un reconocimiento de nuestra dependencia de Su poder, amor y sabiduría. A través de este clamor, demostramos nuestra fe, confiando en que Él tiene el control y las respuestas que necesitamos, incluso cuando nosotros no las podemos ver.
Cuando Dios promete enseñarnos “cosas grandes y ocultas”, nos está ofreciendo revelarnos Su plan perfecto, un plan que va más allá de nuestra limitada comprensión humana. Estas cosas ocultas no son necesariamente misterios incomprensibles, sino revelaciones que nos ayudarán a crecer espiritualmente, a comprender Su propósito en nuestras vidas y a enfrentar los desafíos con valentía y esperanza.
En el contexto bíblico, estas palabras fueron dadas a Jeremías en un momento de gran dificultad para el pueblo de Israel, cuando estaban al borde del exilio y la desesperación. Sin embargo, Dios les aseguró que, a pesar de las circunstancias, Él tenía un plan de restauración y redención. De la misma manera, estas palabras se aplican a nosotros hoy, recordándonos que Dios nunca nos abandona y que siempre trabaja para nuestro bien.
Clamar a Dios es también un acto de humildad. Reconocemos que nuestras fuerzas y sabiduría son limitadas y que necesitamos Su intervención divina. Este clamor debe ser persistente, lleno de fe y esperanza, confiando en que Su tiempo es perfecto y que Su respuesta siempre será la mejor para nosotros.
Es importante destacar que la respuesta de Dios puede no ser inmediata o como la esperamos. A veces, Su respuesta puede ser un proceso que nos lleva a crecer, a confiar más en Él y a depender completamente de Su guía. Pero lo que es seguro es que Él escucha cada oración y actúa conforme a Su perfecto amor y propósito.
Hoy, toma un momento para reflexionar sobre las áreas de tu vida en las que necesitas la guía y la intervención de Dios. No importa cuán grande sea el desafío, recuerda que tienes un Padre celestial que está dispuesto a escucharte y a responderte. Clama a Él con un corazón sincero y lleno de fe, y confía en que Su respuesta será una muestra de Su infinita sabiduría y amor.