
El mapa está trazado con sangre. Desde Cancún hasta Nuevo Laredo, pasando por Monterrey y Reynosa, la ruta que miles de dominicanos toman cada año para llegar a Estados Unidos se ha convertido en un camino minado por la violencia de los carteles. Daniel Cabreja fue uno de los últimos en caer, pero no será el último si no se toman medidas urgentes.
Todo comienza con una promesa. «Te llevo seguro a Estados Unidos en tres días», le dijo el «coyote» a Daniel en un restaurante de pollo cerca de la central de autobuses de Monterrey. El precio: US$3,500. «Incluye el paso seguro por la frontera», le aseguraron. Pero lo que no le dijeron es que en el trayecto lo esperarían hombres armados que no eran agentes de migración, sino miembros del Cártel del Noreste, una de las organizaciones criminales más violentas de México.
El modus operandi es siempre el mismo. Los migrantes son interceptados en retenes falsos, donde hombres con uniformes de autoridades pero armados con AK-47 los separan según su potencial valor. A Daniel lo eligieron porque su familia en Nueva Jersey podía pagar un rescate. «Lo tenían en un cuarto sin ventanas con otros cinco migrantes», cuenta José, un hondureño que logró escapar. «Cada día lo sacaban a golpear. A uno le rompieron los dientes con un martillo. A Daniel lo obligaban a cavar hoyos bajo el sol. Los secuestradores le decían que era su tumba».
Las rutas más peligrosas son bien conocidas por las autoridades, pero poco se hace para proteger a los migrantes. La ruta Cancún-Monterrey-Laredo, que Daniel tomó, es controlada por el Cártel del Noreste y tiene un nivel de riesgo 9 en una escala del 1 al 10. «Es la más corta, pero también la más peligrosa», explica Carlos Mendoza, experto en migración. Otras rutas, como Veracruz-México DF-Norte o Chiapas-Oaxaca-Sonora, tienen riesgos ligeramente menores (7 u 8), pero siguen siendo un infierno para quienes las transitan.
Los «coyotes» suelen vender a los migrantes como mercancía a los carteles. «Te prometen un paso seguro, pero en realidad te entregan a los criminales», denuncia María, una dominicana que sobrevivió a un secuestro en 2024. «A mí me dijeron que tenía un ‘pase VIP’ con migración. Era una mentira. Cuando llegué a Nuevo Laredo, unos hombres armados nos interceptaron y nos separaron. A las mujeres nos violaron. A los hombres los secuestraron».
Las alternativas legales existen, pero son poco conocidas. El programa de parole humanitario de EE.UU., las visas H-2B para trabajadores temporales o el asilo político son opciones que podrían evitar estas tragedias. «Muchos no saben que hay vías legales», explica María Elena Pérez, abogada de migración. «Prefieren arriesgarse porque creen que es más rápido y barato. Pero el costo real puede ser la vida».
Mientras tanto, en República Dominicana, las autoridades se limitan a emitir alertas genéricas. «El Ministerio de Exteriores publica avisos, pero no llegan a quienes más los necesitan», critica Rafael Santos, analista de políticas públicas. «Se necesita una campaña masiva en aeropuertos, agencias de viajes y redes sociales. La gente sigue cayendo en las mismas trampas porque no sabe los riesgos reales».
La historia de Daniel Cabreja es un recordatorio brutal de que migrar por México no es un viaje, sino una ruleta rusa donde la vida es el premio. Y hasta que no haya consecuencias reales para los carteles y las autoridades corruptas que los protegen, seguirá siendo así.