
Los recientes avances en la bioimpresión de músculos están generando grandes expectativas entre los investigadores. Han pasado de imprimir formas que se parecían más a un gusano que a un bíceps, a músculos que lucen exactamente igual que sus moldes humanos, que son funcionales y se estimulan localmente. “Imagínate que podamos contraer el bíceps donde queramos, además de poder entrenarlo, hacerlo más fuerte. Ponerle tus propias células y reconstruir tus músculos”, anhela Sánchez.
Desafíos y Futuras Investigaciones
¿Qué hace falta para hacerlo realidad? Desde Tokio, Takeuchi habla de desarrollar una forma de controlar los tejidos musculares mediante señales neuronales, como las que provienen del cerebro o de los nervios periféricos. “Además, necesitamos asegurar la viabilidad a largo plazo de los tejidos fuera del entorno del laboratorio”, añade.
En el IBEC, en cambio, apuntan a la vascularización —el proceso de formación y desarrollo de vasos sanguíneos en los tejidos— como la principal barrera. “Si se pudiera concebir un órgano que esté prevascularizado, lo que habría que hacer es conectarlo al cuerpo receptor directamente, como si fuese un trasplante. Pero aún estamos lejos de esa tecnología”, apunta Lezcano.
Sánchez, por su parte, identifica dos grandes retos. Uno es diseñar un recubrimiento que recree las condiciones específicas en las que funciona una mano: temperatura de unos 37 grados y un sistema que renueve los nutrientes a medida que las células los consumen. El otro desafío es la escalabilidad: crear un sistema capaz de sostener un órgano o músculo con sus dimensiones naturales. “Estamos yendo en la dirección correcta. El hecho de que podamos imprimir células humanas que sean funcionales y estudiar su respuesta ante ciertos estímulos ya es una revolución en sí misma”, asegura.
Aplicaciones Futuras
Además de la ilusión de una prótesis biónica, la bioingeniería promete cambiar la manera en que se realizan pruebas médicas y farmacológicas. En lugar de ensayar en animales, se podrían usar modelos biológicos humanos impresos en laboratorio, acelerando resultados y mejorando la precisión de los ensayos. En Estados Unidos, la FDA ya permite, en algunos casos, saltarse las pruebas en animales y usar tejidos bioimpresos para evaluar fármacos. En Europa, el proceso es más lento.
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