
Un equipo de investigadores internacionales, liderado por expertos de la Universidad de California en Irvine, ha descubierto que las alteraciones en la forma del cerebro podrían ser un indicador temprano del desarrollo de demencia, incluso antes de que aparezcan los síntomas clínicos. El estudio, publicado en Nature Communications, analizó más de 2,600 imágenes cerebrales de personas entre 30 y 97 años, revelando que ciertos cambios en la geometría cerebral están asociados con el deterioro cognitivo y podrían anticipar la aparición de enfermedades como el Alzheimer.
Los científicos observaron que, con el envejecimiento, algunas regiones del cerebro se expanden, mientras que otras se comprimen. Las áreas inferiores y frontales tendían a aumentar de tamaño, en contraste con las regiones superiores y posteriores, que mostraban una reducción. Estas variaciones eran más pronunciadas en adultos mayores con problemas de memoria y otras funciones cognitivas, lo que sugiere que podrían ser un marcador temprano de enfermedades neurodegenerativas.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio se centró en la corteza entorrinal, una región clave para la memoria ubicada en el lóbulo temporal medial. Esta área es una de las primeras en acumular la proteína tau, asociada con el desarrollo del Alzheimer. Según el investigador Michael Yassa, las deformaciones en la estructura cerebral podrían desplazar la corteza entorrinal hacia la base del cráneo, acelerando su degeneración. «Esto podría ayudar a explicar por qué esta región es el epicentro de la patología del Alzheimer», señaló Yassa, destacando la importancia de este descubrimiento para entender los mecanismos iniciales de la enfermedad.
Los resultados, validados en dos conjuntos de datos independientes, respaldan la posibilidad de utilizar la forma del cerebro como un nuevo marcador biológico para detectar el riesgo de demencia en etapas tempranas. Los investigadores sugieren que este enfoque podría contribuir a estrategias preventivas y a una mejor comprensión de los factores de riesgo durante las primeras fases de la enfermedad. Este avance representa un paso crucial hacia el desarrollo de diagnósticos más precisos y tratamientos más efectivos para combatir el Alzheimer.