
El agua no dio tregua. El Centro de Operaciones de Emergencias (COE) emitió su primer informe a las 11:00 a.m. del 26 de septiembre de 2025, y las cifras son devastadoras: 1 persona fallecida, 351 viviendas afectadas, 1,781 personas desplazadas y 10 acueductos fuera de servicio, dejando a 17,925 dominicanos sin agua potable. La causa: una onda tropical con potencial ciclónico que ha azotado al país con una intensidad que ha dejado a miles en estado de emergencia.
En Azua, el Río Tábara se desbordó, arrasando con 160 viviendas y desplazando a 774 personas. El Liceo Gregorio Luperón, ahora un albergue, acoge a 26 personas que lo perdieron todo. «No es solo el agua, es la incertidumbre de no saber cuándo podremos volver», confesó una madre mientras abrazaba a sus hijos. En Monte Plata, el colapso de un puente se cobró la vida de un conductor, dejando a dos comunidades incomunicadas. «Era un hombre bueno, solo quería llegar a su casa», recordó un vecino.
San Pedro de Macorís también sufrió. El Río Soco se desbordó, afectando a nueve comunidades y dejando a sus habitantes sin comunicación. En Verón-Punta Cana, 26 viviendas quedaron bajo el agua, y en Santiago, 150 familias vieron cómo sus casas se inundaban. Mientras, en La Altagracia, las calles se convirtieron en ríos, y los vecinos intentaban salvar lo poco que podían.
Pero el problema no es solo las viviendas. Diez acueductos quedaron inutilizables, dejando a 17,925 personas sin agua potable. El INAPA trabaja sin descanso para restablecer el servicio, pero en zonas como Placer Bonito, los vecinos deben caminar kilómetros para conseguir un balde de agua. «Sin agua, sin luz y con el miedo a que vuelva a llover, esto es como vivir en un infierno», confesó un hombre.
Las autoridades no se han quedado de brazos cruzados. El COE, la Defensa Civil y la Cruz Roja han activado protocolos de emergencia, desplegando equipos de rescate y albergues temporales. «Estamos haciendo todo lo posible, pero necesitamos que la gente entienda el peligro», advirtió un vocero del COE.
El pronóstico no es alentador. El COE advirtió que las lluvias continuarán, con riesgo de nuevas inundaciones. En los albergues, las familias intentan mantener la calma, pero la incertidumbre es palpable. «Solo queremos que esto termine», susurró una madre mientras mecía a su bebé, el único consuelo en medio del caos.