
Una cuenta regresiva para la paz
Donald Trump ha dado a Hamás un plazo de 96 horas para aceptar un plan de paz que podría poner fin a la guerra en Gaza. El acuerdo, respaldado por Israel y varios países árabes, incluye un alto el fuego, la liberación de rehenes y la creación de un gobierno de transición, pero excluye a Hamás del poder. La presión sobre el grupo islamista es máxima, pero su respuesta sigue siendo una incógnita.
Un plan con condiciones duras
El documento exige la liberación de todos los rehenes israelíes en 72 horas, el desarme de Hamás y la retirada gradual de las tropas israelíes. Además, se establecería una junta internacional para supervisar la reconstrucción de Gaza, con Trump y Tony Blair al frente. Sin embargo, el plan no aborda la demanda palestina de un Estado independiente, lo que genera escepticismo.
El mundo divide sus opiniones
Mientras Egipto, Catar y otros aliados regionales apoyan la iniciativa, en Gaza muchos ven el acuerdo como una imposición. «No resolverá nada, solo pospondrá el problema», comentó un analista palestino. La ONU, por su parte, ha instado a todas las partes a buscar una solución que incluya los derechos del pueblo palestino.
Hamás enfrenta su momento más crítico
El grupo islamista debe decidir entre ceder a las demandas internacionales o arriesgarse a una ofensiva israelí aún más brutal. En las calles de Gaza, el cansancio por la guerra es evidente, pero también lo es la desconfianza hacia un plan que muchos ven como una victoria para Israel.
El futuro de Gaza en juego
Si Hamás rechaza el ultimátum, Trump ha prometido un «apoyo total» a Israel para reanudar su campaña militar. Esto podría llevar a una nueva escalada de violencia, con consecuencias impredecibles para la región. Mientras, la población civil sigue siendo la más afectada, atrapada entre el fuego cruzado y la falta de soluciones reales.
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