La COP30, celebrada en Belém, Brasil, terminó con un acuerdo final que, aunque evitó un fracaso diplomático, dejó en evidencia la falta de compromiso real para abordar el núcleo del problema climático: la eliminación de los combustibles fósiles. Aunque se lograron avances en financiamiento climático y adaptación, el texto final no incluye una hoja de ruta clara para reducir la dependencia del carbón, petróleo y gas, lo que ha generado críticas de activistas, científicos y países vulnerables.
Financiamiento climático: Un avance, pero insuficiente Uno de los puntos positivos de la cumbre fue el compromiso de aumentar el apoyo financiero para la adaptación climática en países vulnerables. Sin embargo, este logro se ve opacado por la falta de metas vinculantes para la transición energética. Más de 80 países, muchos de ellos en desarrollo, exigieron sin éxito que se establecieran plazos concretos para abandonar los combustibles fósiles. «El acuerdo final no cumple con la ambición mínima necesaria para evitar una catástrofe climática», declaró un representante de las Islas Marshall, una de las naciones más amenazadas por el aumento del nivel del mar.
La resistencia de los países productores de hidrocarburos La presidencia brasileña reconoció que los países productores de petróleo y gas se mostraron reticentes a comprometerse con una hoja de ruta formal para su eliminación. «Hay una resistencia muy fuerte de parte de los actores que dependen económicamente de los hidrocarburos», admitió un funcionario del gobierno brasileño. Esta postura refleja el conflicto de intereses entre el desarrollo económico a corto plazo y la sostenibilidad ambiental a largo plazo.
Críticas de expertos y organizaciones ambientales Los analistas climáticos y las organizaciones ambientales criticaron duramente el resultado de la COP30, calificándolo como un «marco simbólico sin acciones concretas». «El texto final es débil y no responde a la urgencia climática que enfrentamos», señaló una portavoz de Greenpeace, quien advirtió que, sin un plan claro para eliminar los combustibles fósiles, los acuerdos alcanzados quedan en papel mojado. Otros expertos coincidieron en que, aunque se evitó un fracaso total, la cumbre perdió una oportunidad histórica para sentar las bases de una transición energética justa y efectiva.
¿Qué sigue después de la COP30? Aunque la cumbre logró mantener el diálogo internacional, el verdadero trabajo comienza ahora. Los compromisos asumidos en Belém deberán traducirse en acciones concretas, con metas medibles y plazos definidos, si se quiere evitar que el aumento de la temperatura global supere el límite crítico de 1.5 °C. «Las promesas deben convertirse en políticas reales, con financiamiento y tecnología accesible para los países en desarrollo», exigió un representante de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), quienes son los más afectados por los efectos del cambio climático.
Un llamado a la acción urgente La COP30 dejó claro que, aunque hay voluntad política para dialogar, falta compromiso real para tomar las decisiones difíciles que el planeta necesita. La próxima cumbre climática (COP31) será clave para ver si los países están dispuestos a asumir responsabilidades concretas o si, una vez más, los intereses económicos prevalecerán sobre la urgencia climática. Mientras tanto, las comunidades vulnerables siguen esperando acciones, no solo palabras, para proteger su futuro y el del planeta.