
El hongo Aspergillus flavus, conocido por su toxicidad y por causar muertes prematuras entre los equipos de excavación en tumbas históricas, ha sido transformado en una prometedora terapia contra el cáncer. Investigadores han descubierto que una proteína específica de este hongo es una fuente de péptidos ribosomales postraduccionalmente modificados (RiPP) fúngicos. Al desactivar los genes que producen dicha proteína, los marcadores químicos que indicaban la presencia de RiPP también desaparecieron.
Los científicos lograron purificar cuatro RiPP diferentes y descubrieron que estas moléculas compartían una estructura única de anillos entrelazados, a las que llamaron asperigimicinas. Dos de estas asperigimicinas mostraron efectos potentes contra las células de leucemia, mientras que otra variante, al añadirle un lípido, funcionó de manera similar a la citarabina o la daunorrubicina, fármacos utilizados en el tratamiento del cáncer.
Qiuyue Nie, la primera autora del artículo, ha afirmado que el gen que produce estas asperigimicinas actúa como una puerta de entrada, facilitando no solo la entrada de estas moléculas a las células, sino también la de otros péptidos cíclicos. Este descubrimiento proporciona otra herramienta para el desarrollo de fármacos, ya que los lípidos pueden afectar la forma en que este gen transporta sustancias químicas a las células.
Además, los investigadores descubrieron que las asperigimicinas probablemente alteran el proceso de división celular, aunque su efecto es específico para ciertos tipos de células, lo que es fundamental para el desarrollo de futuros fármacos. Este hallazgo sugiere que las asperigimicinas no tienen casi ningún efecto sobre las células de cáncer de mama, hígado o pulmón, lo que indica una selectividad que podría ser crucial para tratamientos más dirigidos.
En este estudio han colaborado científicos de diversas instituciones, incluyendo la Universidad Rice, la Universidad de Pittsburgh, el Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas, la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis, la Escuela de Medicina de Baylor y la Universidad de Oporto en Portugal. Esta colaboración internacional subraya la importancia del trabajo conjunto en la lucha contra el cáncer.
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