Por: Rafael Santos
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.”
Hebreos 13:8
Este versículo nos invita a meditar en la naturaleza eterna e inmutable de Cristo. En un mundo que cambia constantemente, lleno de incertidumbres y desafíos, este mensaje se erige como un recordatorio de que podemos confiar en un Salvador que no varía. Ayer representa sus obras poderosas en la creación y en la redención a través de la cruz; hoy, su presencia viva en nuestras vidas, actuando como mediador y guía; y siempre, la seguridad de su reino eterno y su fidelidad sin fin.
La inmutabilidad de Cristo también subraya su autoridad y suficiencia. No importa cuánto evolucionen las culturas, las tecnologías o las ideas humanas, Jesucristo sigue siendo la fuente de verdad, esperanza y salvación. Su carácter perfecto y su amor incondicional permanecen constantes a pesar de nuestras fallas o del caos que nos rodea. Este conocimiento nos da paz y nos asegura que, sin importar las pruebas, Él siempre será un refugio seguro y firme.
Finalmente, este pasaje nos llama a vivir con fe y esperanza renovadas. Al saber que el mismo Cristo que actuó en el pasado está presente en nuestro hoy y continuará siendo fiel en el futuro, podemos enfrentar la vida con valentía. Nos motiva a buscarlo en cada momento, a confiar en sus promesas y a compartir este mensaje de estabilidad y amor eterno con los demás. Jesucristo es nuestro ancla en medio de cualquier tormenta y nuestra luz en la eternidad.