
Por: Rafael Santos
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”
Mateo 5:6
Este versículo, parte del Sermón del Monte, nos lleva a reflexionar sobre el anhelo profundo de justicia que reside en el corazón humano. No se refiere únicamente a la justicia terrenal o legal, sino también a la justicia divina, esa que refleja el carácter perfecto de Dios. Tener “hambre y sed de justicia” implica un deseo ferviente de vivir conforme a la voluntad de Dios, buscando la verdad, la equidad y la bondad en todas nuestras acciones y relaciones.
Jesús promete que aquellos que tienen esta hambre espiritual serán saciados. Esto nos enseña que Dios escucha y responde a los corazones sinceros que anhelan un mundo mejor y más alineado con sus principios. La saciedad que Él promete no es meramente temporal; es una plenitud que transforma nuestra vida desde lo más profundo, trayendo paz y esperanza aun en medio de las dificultades.
En un mundo donde la injusticia y el sufrimiento son comunes, esta bienaventuranza nos anima a no perder la fe. Nos invita a actuar como agentes de cambio, reflejando el amor de Dios a través de nuestras palabras y acciones. Quienes buscan esta justicia no solo serán bendecidos en la eternidad, sino que también experimentarán la paz que proviene de saber que sus esfuerzos están alineados con el propósito divino.