
Santiago, 1 de octubre de 2025 — Durante más de seis décadas, el Arroyo Gurabo, también conocido como el Hoyo de Bartola, fue un símbolo de abandono estatal, contaminación y pobreza en el corazón de Santiago. Las familias que vivían en sus riveras lo hacían en condiciones de hacinamiento, sin servicios básicos y en constante riesgo de inundaciones. Sin embargo, hoy, gracias a la visión del presidente Luis Abinader, este espacio se ha convertido en un ejemplo de cómo la intervención estatal puede transformar realidades y devolver la dignidad a miles de personas. Durante su participación en La Semanal con la Prensa, realizada en el mismo arroyo, Abinader presentó los avances de este proyecto de saneamiento y readecuación ambiental, que con una inversión de RD$3,265 millones y un 80% de ejecución, ha logrado impactar directamente a más de 12,000 familias y de manera indirecta a 900,000 personas, cambiando para siempre el rostro de una de las zonas más vulnerables del país.
El proyecto no solo ha mejorado la infraestructura urbana, sino que ha transformado la calidad de vida de sus residentes. Uno de los logros más destacados es la reubicación ordenada de 1,200 familias en el proyecto habitacional Hato del Yaque, donde ahora viven en viviendas dignas, con acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad y alcantarillado sanitario. «Antes vivíamos en casas de cartón y lata, con el riesgo constante de que se inundaran. Ahora tenemos un techo seguro y un lugar donde criar a nuestros hijos con dignidad», relató Juan Pérez, uno de los beneficiarios, quien ahora trabaja como parte de los equipos de mantenimiento del proyecto. Además, la obra ha permitido reducir la contaminación del Arroyo Gurabo en un 25%, lo que ha mejorado significativamente la calidad del agua que desemboca en el río Yaque del Norte, uno de los afluentes más importantes del país.
Pero el impacto va más allá de lo ambiental y lo habitacional. El presidente Abinader destacó que el proyecto ha logrado eliminar 30 puntos de venta de drogas que operaban en la zona, lo que ha reducido la violencia y mejorado la seguridad. «Antes, esto era un lugar peligroso, donde los niños no podían jugar en la calle. Ahora, tenemos parques y áreas verdes donde las familias pueden convivir sin miedo», comentó María Rodríguez, una madre de tres hijos que ahora ve un futuro diferente para sus niños. Además, se ha observado un aumento en la asistencia escolar, ya que los niños y jóvenes ahora tienen acceso a espacios seguros para estudiar y recrearse. «Los niños ya no faltan a la escuela porque no tienen donde dejar sus cosas. Ahora tienen un lugar seguro donde vivir y estudiar», explicó Wellington Arnaud, director de Inapa, quien resaltó que esta obra es «la de mayor impacto social y ambiental realizada en el país en las últimas décadas».
Para asegurar que los cambios sean permanentes y sostenibles, el Gobierno ha creado un organismo de gestión compuesto por instituciones públicas, el sector privado, juntas de vecinos y el sector académico. Este organismo no solo supervisará el mantenimiento de la obra, sino que también trabajará en su replicación en otras zonas del país que enfrentan problemas similares, como el Arroyo Manoguayabo o el Ozama. «Queremos que esto sea un modelo replicable, que demuestre que con voluntad política y recursos bien invertidos, podemos transformar las realidades más difíciles», afirmó Abinader, quien también anunció que el Gobierno destinará fondos anuales específicos para consolidar esta iniciativa como un referente de desarrollo urbano sostenible, alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.